jueves, 21 de enero de 2010

Discusión.

Gritó; y su voz fría y aguda se clavó en mis tímpanos cual si fueran agujas.
Aún recuerdo su mirada de odio, sus horribles palabras que jamás pensé que llegarían a salir de esos viejos labios marcados por el paso del tiempo. También recuerdo como, sin mirar hacia atrás ni vacilar un solo momento, corrí escaleras arriba, me encerré en mi habitación, y hundí mi cara contra la almohada antes de que mis lágrimas empezaran a brotar; antes de que alguien pudiera verlas. Y ahí pasé la noche; llorando y gritando de dolor, de rabia, hasta que mis parpados se dieron por vencidos y cayeron haciéndome adentrar en un profundo sueño.
Desperté envuelta en sudor y con los ojos apenas abiertos mientras los rayos de sol entraban con fuerza por mi ventana inundándolo todo de luz. La cabeza me pesaba y mis ojos seguían rojos e hinchados, puesto que pasé la noche llorando hasta quedarme sin fuerzas ni lágrimas. Me quedé un rato tumbada en la cama, y mientras observaba ensimismada el techo, empecé a pensar en la discusión que había tenido lugar la noche anterior. Me llevé las manos a la cara para apartarme el cabello; aún temblaban recordando sus gritos.
Continué echada sobre la cama hasta que reuní las fuerzas suficientes para levantarme y enfrentarme a ella cara a cara.
Bajé lentamente las escaleras, con toda precaución posible y vacilando en cada paso. Los escalones se habían acabado, llegaba la hora de la verdad. Me dispuse a entrar en el salón para dar los buenos días, pero allí no encontré a nadie. Rebusqué por todos los rincones de mi casa y no encontré ni un alma, grité y tan solo me respondió mi eco.
No entendía nada, todos habían… desaparecido.
Me senté en el sofá, apoyé mi cabeza cuidadosamente contra el respaldo y medité sobre la situación. Desde ahí, fui observando cada rincón de mi casa, hasta que mis ojos fueron a parar a una pequeña hoja de papel con unas letras impresas en ella, tirada junto a una de las patas de la mesa.
-Se habrá volado cuando he abierto repentinamente la puerta- pensé.
Me agaché lentamente, agarré la hoja de papel arrugándola en mi mano, volví a recostarme cómodamente sobre el sofá y leí lo que ponía:

Hemos salido, estaremos fuera todo el día. Tu comida está en el microondas. Un beso. Te quiere: tu madre.

Guardé silencio durante unos instantes; no acababa de comprender lo que ponía.
¿Y los gritos de anoche? ¿Y su mirada enfurecida? ¿Y todas las palabras que me gritó?; ¿Acaso se había olvidado ya de todo aquello?
Miré mi reloj: eran casi las 3 de la tarde y mis tripas empezaban a reclamar alimento. Calenté mi comida, puse la mesa para mi sola y empecé a comer en silencio mientras pensaba:
-Quizás olvidar y hacer como si no hubiese pasado nada sea lo mejor.
Y a pesar de cree que todo se solucionaría, ambas sabíamos que se volvería a repetir.

Nunca aprenderemos la lección.

2 comentarios:

  1. buen relato, aunque un tanto... nose extraño quizas pero me ha gustado.

    ps: si querias algo por telefono mandame un email a mi 2º "msn", dentro de unos 15 dias mi numero sera dado de baja

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